martes, 22 de septiembre de 2009

teatro, titeres



poco a poco creamos un grupo, un buen grupo de educadores para comenzar el proceso de ser teatristas y titiriteros… un proceso de creatividad, inventiva, transformación, cambio, y muy buena energía. Un trabajo muy bien hecho.

Los talleres se dieron en tres fases.
Una primera fase de un mes de duración, dónde aprendimos técnicas vitales de teatro. Descubrimos que el cuerpo, las manos, los gestos, permiten decir aquello que las palabras no `pueden nombrar`. En la creación, en la interpretación, pudimos expresar emociones como si no fueran nuestras, sacar aquellos sentimientos que no nos atrevíamos a expresar en el día a día. Fuimos capaces de ser aquellos que queremos, pero que no pensamos que podemos conseguir.
En títeres creamos nuestra propia marioneta, al principio una simple media, un calcetín, que iba tomando forma, adquiriendo su personalidad propia, siempre con algún aspecto que identificaban a su creador. Una vez creada, le pusimos nombre, voz, aprendimos a manejarla para hacerla vivir hasta que llegaron a formar parte de cada uno de nosotros.
Durante este mes entrenamos la imaginación, ofreciéndola otras perspectivas, ampliando su visión. Abrirnos puertas que estaban cerradas bajo llave y ventanas que dejaron correr el aire, dando paso a creaciones espontáneas, que se daban de forma natural a través de la improvisación real con nuestro cuerpo o con nuestra marioneta.
Los primeras días éramos descocidos, muchos de nosotros nunca antes no habíamos
visto o hablado, pero fuimos tomando fuerza a medida que cada uno de nosotros se identificó con el grupo, con la causa que nos había reunido y con lo que formamos cuando actuamos juntos. Creamos un espacio de identidad a través de la abstracción, de la fantasía, del contacto con el otro. Juntos traspasamos la barrera de las emociones dando paso a un proceso liberación personal. Representamos sueños, emociones, sentimientos profundos con la intención de mostrarlo a los demás, ya que no puede existir expresión sin la presencia de otras personas.
En la segunda fase, que duró dos meses creamos la obra, lo hicimos de forma conjunta, elegimos el título, el tema, y surgieron los personajes. En títeres la obra surgió de los personajes que habíamos creado. Después ensayar, aprender el texto, hacer vivir a los personajes, aprender a comunicarnos con el público, hacer llegar un mensaje…






La obra de teatro trata sobre un hombre, que por una serie de circunstancias, entra en un mundo soñado donde un personaje mágico le ofrece realizar un viaje hacia la búsqueda de la felicidad. El hombre acepta con la seguridad de que nunca va encontrarla porque está convencido de que no existe. Después de recorrer caminos equivocados, el personaje se la muestra, y ahí cara a cara, frente a ella, recuerda los momentos en los que fue feliz. Después el hombre vuelve a la realidad, con una visión diferente del mundo, sintiendo un cambio interior que cambia milagrosamente su entorno. Una casa de locos, conjuga dos temas, la violencia a la que estamos sometidos en el día a día y la felicidad, a veces olvidada. Una trasformación individual que da paso a la trasformación del mundo.



En títeres, la historia comienza con Teafore, una serpiente que siente que le ha llegado el momento de casarse, pero no encuentra con quien. El conde Drácula, que aparece en el momento justo, se presta ayudarle, y organiza una fiesta donde asistirán todos los amigos, para que Teafore encuentre al amor de su vida. Pero Drácula tiene una segunda intención: aprovechar la ocasión para chupar la sangre fresca de sus invitados. Todos asisten a la fiesta, donde aprenden una gran lección de amistad.



Durante el proceso surgieron obstáculos, las circunstancias no nos ayudaban, y cada vez era más difícil que pudiéramos actuar, nos frustramos porque resolver los problemas que se inventaban cada día no dependía de nosotros, pero seguíamos porque teníamos claro que no Íbamos a abandonar. Al principio suplíamos a personas que faltaban al ensayo e incorporábamos a otras que volvían después de semanas sin saber de ellos. Era muy frustrante porque no avanzábamos, cada día era empezar de nuevo. Hasta que un día decidimos seguir los que estábamos con el compromiso de no fallar a los demás.
Ahora estamos en la tercera parte: la representación del nuestro trabajo en las diferentes organizaciones. Hasta ahora se han presentado cuatro obras de teatro y dos de títeres.

La primera actuación fue para los niños del hogar Alalay, era todo un reto, había llegado la hora de trabajar delante del público. Un gran día para los dos grupos, teatro y títeres. Estábamos nerviosos, ilusionados, emocionados, para muchos de nosotros era la primera vez que actuábamos delante de un público.
En teatro hemos tenido la oportunidad de de estar cara a cara con el público, mirándonos, sintiendo. Comunicar, crear una emoción a través de un personaje, de una imagen.
En títeres estamos detrás del escenario, es la marioneta a la que damos vida la que conecta directamente con el público, a través de ella sentimos, miramos, nos comunicamos, damos un mensaje.


Mildre nos guía en este proceso transformador y educativo en sí mismo, dónde van apareciendo todos los aspectos fundamentales para poder hacer un buen trabajo: la motivación, el trabajo en equipo, el crecimiento personal, la confianza, el aprendizaje de técnicas y su experimentación, el autocontrol, el esfuerzo, la superación personal, la importancia de cada unos de nosotros, el respeto a nuestro trabajo, a nosotros mismos, al compañero. Nos dejamos llevar hasta crear un compromiso personal, de superación, de fuerza, un grupo dispuesto a permanecer unido hasta el final. Y el resultado ha sido increíble. En cada actuación nos hemos trasformado, hemos trasformado el entorno, hemos hecho reír. Cada presentación es un acto colectivo, un trabajo creado en grupo para realizarlo delante de un público
Sea como sea, escuchando a los niños, sus risas, su silencio, sus aplausos nos damos cuenta que merece la pena.



Ya solo me queda decir gracias a Mildre, a mis compañeros y a todas esas personas que han apoyado de forma incondicional para hacer posible este trabajo. Y sobre todo gracias a los chicos, nuestro público, por sus aplausos, sus risas, su silencio, porque ellos son los que nos mueven cada día.

martes, 15 de septiembre de 2009

santa cruz, mi trabajo, yo...


Hace ya tres años que salí de España, no sé muy bien qué es lo que realmente me impulso a tomar la decisión de arriesgarme a hacer eso que siempre había querido. Mi rutina en España me obligó a dejar guardadas las ideas en un rincón de la memoria, por momentos cerca del olvido, en esos momentos en los que me decidía a sacarlas, pero la realidad me paralizaba. Pero casi sin darme cuenta fui dejandome llevar y el destino me ofreció la posibilidad de Venezuela, después honduras y ahora en Bolivia. Cada uno de estos países me ha dejado una huella que me da las razones para tomar la decisión de estar aquí
Vivo en la ciudad de santa cruz de la sierra, situada en el oriente boliviano, y que como cada rincón de este país tiene su propia identidad, su cultura, sus tradiciones, su forma de vida. Una ciudad diferente a otras zonas de Bolivia, pero con ese punto común que la identifica: multiplicidad étnica, riqueza cultural, riqueza de sus gentes, con una historia y una realidad profundamente herida.
Trabajo con los niños que viven en la calle, en situación de calle. El lenguaje es muy importante, si bien es cierto que los términos no cambian la realidad, al menos ayudan a hacerla un poco más digna.

En la ciudad hay alrededor de 83 instituciones que trabajan con jóvenes, y un aproximado de 100 instituciones que de forma directa o indirecta abordan la problemática. Pero la cifra parece que aumenta cada día.
Son múltiples las razones por las que los niños están en la calle: familias rotas, niños abandonados, abusados, maltratados, solos, obligados a trabajar: limpian parabrisas en los semáforos, lustran botas, hacen malabares, venden, mendigan, roban, se drogan… se escapan de su casa, otros se salen y retrasan su vuelta…
Sea como sea, estos niños adoptan la calle como su casa, su familia, una opción. Viven en una realidad donde la necesidad hace que la imaginación y la inventiva se agudice en una sola dirección: la lucha por sobrevivir.
En el día a día voy entendiendo que por mucho que quiera racionalizar esas razones, ninguna es suficiente para asimilar la brutalidad en la que viven. Niños privados de sus derechos, afectados por abismos irracionales de violencia, hambre, soledad, condenados por la ceguera y la ignorancia de generaciones enteras, de sistemas políticos y económicos incapaces de proteger la vida de todos por igual,
A veces me parecen que viven en una realidad paralela y desconocida, y la gente pasa por su lado indiferente a su existencia. No quieren saber para no encontrarse cara a cara con el dolor que provocan. Pero están aquí, ahora, cada día e ignorarlo es dar la espalda a la realidad de la que somos parte, estos niños son de la sociedad, del mundo, son nuestros.
Me doy cuenta que estos niños forman ya parte de mi vida, en cada encuentro busco los recursos, las claves, emociones, sentimientos, acercarme a su realidad, averiguar y crear caminos hacia una vida mejor. Busco formas nuevas, hacer consciente, provocar cambios, crear vínculos.
Voy dando pasos pequeños, a veces siento que ciegos, porque no sé a dónde van a llevar, o si son los correctos. No ya nada creado, no hay formulas. Unas veces acierto, otras no tanto, me acerco y me alejo en un tira y afloja, hacia esos momentos donde puedo sentir el milagro de diseñar y realizar la llegada de una nueva emoción, una reacción, un cambio entre las personas.
Cada día me paro y analizo cada parte, palabras, gestos, reacciones, los valores que acepto como propios a partir del encuentro con migo misma, los que no acepto, pero tengo que hacerlo porque así me lo exige el día a día en el que vivo. Busco un encuentro individual para encontrarme también con mi entorno, con la sociedad. Cambiar yo para que cambien los demás, la sociedad, el mundo.
Mucho que contar, espero poder ir haciéndolo, pero despacio, para poder perderme en los detalles.