martes, 15 de septiembre de 2009

santa cruz, mi trabajo, yo...


Hace ya tres años que salí de España, no sé muy bien qué es lo que realmente me impulso a tomar la decisión de arriesgarme a hacer eso que siempre había querido. Mi rutina en España me obligó a dejar guardadas las ideas en un rincón de la memoria, por momentos cerca del olvido, en esos momentos en los que me decidía a sacarlas, pero la realidad me paralizaba. Pero casi sin darme cuenta fui dejandome llevar y el destino me ofreció la posibilidad de Venezuela, después honduras y ahora en Bolivia. Cada uno de estos países me ha dejado una huella que me da las razones para tomar la decisión de estar aquí
Vivo en la ciudad de santa cruz de la sierra, situada en el oriente boliviano, y que como cada rincón de este país tiene su propia identidad, su cultura, sus tradiciones, su forma de vida. Una ciudad diferente a otras zonas de Bolivia, pero con ese punto común que la identifica: multiplicidad étnica, riqueza cultural, riqueza de sus gentes, con una historia y una realidad profundamente herida.
Trabajo con los niños que viven en la calle, en situación de calle. El lenguaje es muy importante, si bien es cierto que los términos no cambian la realidad, al menos ayudan a hacerla un poco más digna.

En la ciudad hay alrededor de 83 instituciones que trabajan con jóvenes, y un aproximado de 100 instituciones que de forma directa o indirecta abordan la problemática. Pero la cifra parece que aumenta cada día.
Son múltiples las razones por las que los niños están en la calle: familias rotas, niños abandonados, abusados, maltratados, solos, obligados a trabajar: limpian parabrisas en los semáforos, lustran botas, hacen malabares, venden, mendigan, roban, se drogan… se escapan de su casa, otros se salen y retrasan su vuelta…
Sea como sea, estos niños adoptan la calle como su casa, su familia, una opción. Viven en una realidad donde la necesidad hace que la imaginación y la inventiva se agudice en una sola dirección: la lucha por sobrevivir.
En el día a día voy entendiendo que por mucho que quiera racionalizar esas razones, ninguna es suficiente para asimilar la brutalidad en la que viven. Niños privados de sus derechos, afectados por abismos irracionales de violencia, hambre, soledad, condenados por la ceguera y la ignorancia de generaciones enteras, de sistemas políticos y económicos incapaces de proteger la vida de todos por igual,
A veces me parecen que viven en una realidad paralela y desconocida, y la gente pasa por su lado indiferente a su existencia. No quieren saber para no encontrarse cara a cara con el dolor que provocan. Pero están aquí, ahora, cada día e ignorarlo es dar la espalda a la realidad de la que somos parte, estos niños son de la sociedad, del mundo, son nuestros.
Me doy cuenta que estos niños forman ya parte de mi vida, en cada encuentro busco los recursos, las claves, emociones, sentimientos, acercarme a su realidad, averiguar y crear caminos hacia una vida mejor. Busco formas nuevas, hacer consciente, provocar cambios, crear vínculos.
Voy dando pasos pequeños, a veces siento que ciegos, porque no sé a dónde van a llevar, o si son los correctos. No ya nada creado, no hay formulas. Unas veces acierto, otras no tanto, me acerco y me alejo en un tira y afloja, hacia esos momentos donde puedo sentir el milagro de diseñar y realizar la llegada de una nueva emoción, una reacción, un cambio entre las personas.
Cada día me paro y analizo cada parte, palabras, gestos, reacciones, los valores que acepto como propios a partir del encuentro con migo misma, los que no acepto, pero tengo que hacerlo porque así me lo exige el día a día en el que vivo. Busco un encuentro individual para encontrarme también con mi entorno, con la sociedad. Cambiar yo para que cambien los demás, la sociedad, el mundo.
Mucho que contar, espero poder ir haciéndolo, pero despacio, para poder perderme en los detalles.

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